Estamos inmersos en el fenómeno meteorológico conocido como DANA pero que todos ya conocíamos como gota fría… En el día de ayer, gran parte del país se encontraba en alerta por lluvias que, efectivamente, descargaron en forma de tormentas causando inundaciones y, en algunos casos, grandes destrozos. Es por eso que nos preguntamos, ¿Cómo afectan estos episodios de lluvia al viñedo?
Seguramente te hayas preguntado, como un auténtico winelover, cómo afectan estos grandes e intensos episodios de lluvias al campo y al viñedo. Hoy vamos a responderte a estas preguntas.
¿Es bueno que llueva en el viñedo?
La primera respuesta que nos viene a la cabeza es que si. Efectivamente, la lluvia, o mejor dicho, el agua es una de las principales fuentes de nutrientes de la planta. Pero está claro que esto tiene sus límites. Siempre y cuando no suframos borrascas que se dilaten demasiado en el tiempo, toda precipitación en forma de lluvia es bienvenida.
Estos frentes de lluvia que suelen llegar en los meses de agosto y septiembre, son mucho más cortos que los que vivimos en el mes de octubre, por lo que la preocupación es menor. Estas borrascas como la que estamos viviendo ahora (agosto-septiembre) descargan gran cantidad de agua en muy poco tiempo, pero el viento y las altas temperaturas que vivimos durante el día, propician que no se acumule humedad en los racimos y que, por lo tanto, no haya un peligro latente de posibles enfermedades fúngicas. Es más, ocurre todo lo contrario, la humedad se conserva en la tierra, por lo que es una garantía nutritiva para las raíces.
Ahora es el mejor momento en el que podiamos recibir estas lluvias. Llevamos todo el verano con altas temperaturas pero sin lluvia. El agua recibida durante estos días va a conllevar una mejor maduración de la uva.
¿Toda el agua es bienvenida?
¿Qué pasa si llueve demasiado? ¿O si llueve durante largos periodos de tiempo? ¿Y si graniza? Evidentemente no toda el agua es bienvenida. En supuestos extremos como lluvias incesantes durante semanas o, evidentemente, episodios de granizo, afectan muy negativamente a la uva e, incluso, hacen peligrar su supervivencia.
El momento perfecto.
La meteorología influye enormemente en el viñedo y el desarrollo de la planta y de los frutos que nacen en ella puede verse afectado. Nos encontramos en las semanas previas a la vendimia y es el momento perfecto para recibir lluvias. Dentro de unas semanas, si llueve, habrá que correr para evitar la lluvia en el momento justo de recogida de la uva.
Dependiendo de la fase del ciclo vegetativo en la que se encuentre la vid, la lluvia será más o menos beneficiosa. Por ejemplo, si se trata de los meses de febrero a septiembre que es cuando la planta despierta de su letargo después de la poda en seco, puede ser beneficioso que llueva porque ayuda a madurar la uva.
También, si llueve durante los meses de invierno el terreno podrá acumular reservas hídricas y retener así el agua que la planta va a necesitar durante el ciclo vegetativo.
En cambio, en la última fase de maduración de las uvas, que ocurre a finales de septiembre y principios de octubre, no es conveniente que llueva ya que las uvas ganarán peso pero diluirán sus propiedades como grado alcohólico o los antocianos. Durante el mes de octubre la lluvia produce retrasos en las labores de vendimia y, además, las plantas pueden tener más riesgo de enfermedades criptogámicas, es decir, causadas por algún hongo derivado del exceso de humedad como la botritis o podredumbre de racimo.
Como veis, el cuidado del viñedo es una ardua tarea que no solo depende de la mano del hombre, los viticultores miran cada día el cielo para actuar en función de lo que este pueda traer. Aquel viticultor que haya cuidado bien durante todo el año el viñedo, manteniéndolo limpio, aireado, deshojado, etc. correrá menos riesgo de tener cualquier problema en la fase final de la maduración y recolección de uvas. Por supuesto, el trabajo de los enólogos y bodegueros también marcará la diferencia entre un vino y otro que, procediendo sus uvas de la misma zona geográfica, han corrido la misma suerte climática.