Con la llegada del verano, el viñedo entra en una de las fases más interesantes de su ciclo vegetativo. La planta se centra en el desarrollo y maduración del fruto, la actividad fotosintética alcanza su máximo nivel y se requiere mayor intensidad del trabajo técnico del campo.
Durante el verano, el ciclo vegetativo de la vid iniciado en primavera comienza a coger ritmo: brotación, floración, envero, las hojas totalmente desarrolladas…
Es una época en la que las uvas van adquiriendo el color de su variedad porque todas nacen verdes. Ese cambio de color se llama envero: las tintas, como tempranillo, comienzan a adoptar tonos rojizos, violáceos y azulados, y las variedades blancas, como la albillo mayor de nuestro Melior, tonos amarillos y dorados.
A partir de este momento, la planta modifica su metabolismo y empiezan a acumularse los azúcares en las bayas y el resto de compuesto se van equilibrando.

Labores en el viñedo durante el verano
Las labores que se realizan en el viñedo en esta época es determinante para la calidad final que deseamos que tenga nuestro vino.
En Ribera del Duero, es una zona en la que existe gran diferencia de temperatura entre la noche y el día: de 35ºC hasta los 12ºC. Esta oscilación térmica es fundamental y muy favorable para la maduración de la uva; le aporta frescura y permite mantener una acidez natural óptima que será clave en los parámetros de los vinos de esta Denominación de Origen de Castilla y León.
Es por eso que se realizan labores de vital importancia como el deshojado para disminuir el riesgo de enfermedades por humedad, para airear y regular la cantidad de hojas para que la exposición solar sea adecuada.
También se hace aclareo para ajustar los rendimientos de la planta para la próxima vendimia. Esto permite una mejor maduración y un reparto de los nutrientes entre menos racimos, que favorecerá la calidad de los frutos.
El clima de Ribera del Duero es continental y los veranos son generalmente secos, que beneficia a la sanidad del viñedo; además, las cepas están adaptadas a suelos pobres y tienen raíces que responden bien a la falta de agua.
En conclusión, el verano es una etapa clave en la viticultura. Cada decisión influye directamente en la calidad del vino final, que va a depender también de las labores en el viñedo, la fisiología de la vid y cómo sea el clima en cada zona concreta.