Si alguna vez te has lanzado a pasear entre los viñedos de La Rioja o te has perdido por sus carreteras secundarias, te habrás topado con sus característicos guardaviñas: Construcciones similares a los iglús, aunque de piedra. En este post te contamos qué son y para qué sirven.
La historia va dejando su rastro en el paisaje, también en el viñedo. Una de las fotografías más singulares y características de La Rioja, más concretamente de la Sonsierra riojana, es aquella en la que aparece un iglú de piedra en medio de un mar de viñedos. Se dan, sobre todo, en los pueblos de San Vicente de la Sonsierra y Ábalos, en la margen norte del río Ebro, aunque los podemos encontrar también en otras zonas como en Burgos. Bodegas Familiares Matarromera cuenta con varios en sus viñedos riojanos e, incluso, en nuestro viñedo de Villanueva de Gumiel, al norte de la provincia burgalesa, como se muestra en la imagen.
Estas pequeñas construcciones de piedra se denominan guardaviñas y cuentan con una sola planta. Aunque se construyeron durante el pasado siglo, hay noticias documentales de que ya se levantaban en el siglo XVI. Muchos de ellos presentan inscripciones coincidiendo con la llegada de los bodegueros francesas a La Rioja tras la plaga de la filoxera que asoló a los viñedos franceses en 1863. Se utilizaban tradicionalmente para cobijar a los vendimiadores y trabajadores del campo, sirviendo incluso de segundo hogar mientras se prolongaran tareas como la poda o la vendimia. Además, les servían de cobijo ante las inclemencias del tiempo. A ellos y a sus animales de labor.
Construcciones cargadas de Historia e historias
Los guardaviñas se caracterizan, además, porque no existen dos iguales. Apenas comparten la forma cónica de su silueta, el diseño de una pequeña puerta y el cierre superior con una falsa cúpula que da consistencia al resto de la estructura. Por lo demás, cada uno de estos iglús es un mundo.
Cuenta también el propio blog de Rioja Alavesa, que estas construcciones tenían otras funciones: Controlar al ‘ladrón’ de uvas en épocas de hambre y, además, custodiar los viñedos de los rebaños que campaban a sus anchas.
Como avanzábamos al inicio de este post, los guardaviñas son típicos del paisaje de la Rioja Alavesa, uno de los mejores puntos de partida para una buena ruta enoturística. La mayor concentración de guardaviñas se da en el municipio de San Vicente de la Sonsierra, una de las villas riojanas que más apuesta por la cultura y patrimonio generado en torno al mundo del vino y donde se encuentra uno de los proyectos más importantes de Bodegas Familiares Matarromera: Bodega Carlos Moro.
Para esta Bodega, la novena del empresario y bodeguero Carlos Moro, fue fundamental la elección de los viñedos: su calidad, ubicación y singularidad. Tanto fue así que uno de ellos, Viña Garugele, fue declarado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación como Viñedo Singular. De dicha parcela, se obtiene el vino de finca Carlos Moro Viña Garugele, un tempranillo fermentado con levaduras autóctonas para potenciar y mantener la propia tipicidad de su terruño. Un motivo más, para visitar y disfrutar de todo lo que ofrece esta zona.