Hay veces que cuando abrimos un vino, tanto el corcho como el vino, posee un olor que no es agradable, ya que en vez de oler a vino huele a humedad, como a cartón mojado o madera húmeda y el sabor también es extraño… Esto es el gusto a corcho (goût de bouchon, en francés).
No suele ser algo habitual pero en ocasiones pasa y es debido a componentes originados en el corcho que afectan a las características sensoriales del vino. El TCA o Tricloroanisol ha sido identificado como la principal causa de este problema. Se trata de una sustancia que se produce por la degradación química causada por una serie de hongos, levaduras o bacterias. Los ambientes húmedos propician el TCA y puede venir tanto del estado de la madera propia del alcornoque, las planchas de corcho, los tapones de corcho, del embotellado del vino, de la madera de roble o de las condiciones de conservación del vino.
Para evitar el TCA, es necesario que las bodegas evalúen, seleccionen y controlen el origen y la calidad de los corchos antes de su uso mediante controles físico-químicos y microbiológicos.
Una vez en la bodega, los tapones de corcho deben estar almacenados en condiciones que reduzcan el riesgo de contaminación, es decir, aireados y sin olores, manteniendo una limpieza e higiene adecuadas.
Si nosotros como consumidores tenemos claro que nos encontramos frente a un caso de incidencia de corcho en el vino, lo mejor es ponerse en contacto con el Departamento de Calidad de la Bodega que lo ha elaborado para informar sobre esta incidencia.
Las bodegas deben tener establecido un programa de trazabilidad que permita identificar el lote de corcho asociado a la incidencia para poder a su vez comunicárselo al proveedor y encontrar el origen del problema para mejorar la calidad del tapón de corcho y, en consecuencia, también la del vino.
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