Lo increíble de un vino es que es único, no hay dos vinos exactamente iguales, a pesar de proceder sus uvas del mismo viñedo, que sean la misma variedad o se hayan desarrollado bajo las mismas condiciones climáticas o hayan sido elaboradas por las mismas personas… Aún así, factores como la orientación del viñedo o la evolución de ese vino pueden hacer que sean diferentes.
No hay dos vinos iguales, especialmente si se trata de uvas de dos zonas con terrenos y climas diferentes, aunque sea la misma variedad de uvas.
Cuando bebemos un vino nos transporta a un lugar, a una variedad y a un clima concreto que lo hacen especial. Es ese viaje de colores, aromas y sabores que influye en nuestros sentidos. El terruño o el “terroir” determinan la personalidad de un vino y se refiere a las características de ese lugar donde se planta la vid, como la estructura o el tipo de suelo, sus características, el drenaje de agua que tenga dicho terreno o su orientación y altitud. También se refiere el “terroir” al clima que soporta dicha parcela y a la variedad de vid allí cultivada.
Una misma variedad de uva cultivada en tres Denominaciones de Origen diferentes derivará en tres vinos de la misma añada totalmente distintos aunque hayan sido elaborados de la misma manera, con idénticos meses en barrica y en botella.
No será lo mismo la variedad Tempranillo de Ribera del Duero, que la Tempranillo de Cigales (denominada Tinta del País) o la de Toro (más comúnmente llamada Tinta de Toro).